Urbanismo con perspectiva de género: una reflexión conceptual.

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Recientemente se han celebrado las Jornadas sobre urbanismo e igualdad en los municipios de Vejer de la Frontera, Tarifa y Rota, dentro del programa «+urbana+humana» de la Diputación Provincial de Cádiz, a las que he tenido la suerte de haber sido invitada como ponente junto con la arquitecta Izaskun Chinchilla. La organización ha corrido a cargo de las arquitectas integrantes del Aula Eileen Grey, perteneciente al Colegio de Arquitectos de Córdoba. El objetivo de las mismas era tratar la incorporación de la perspectiva de género y la modelización de buenas prácticas nacionales e internacionales en materia de urbanismo y género, al debate de los técnicos dedicados al urbanismo, tanto dentro de las administraciones públicas como en el ejercicio libre de la profesión.

Como diría Michel Foucault, en la actualidad nos encontramos ante un problema de ubicación en un escenario complejo y cambiante, en el que el estado sólido de las cosas daría paso, esta vez en referencia a Zygmunt Bauman, a un estado líquido en el que debemos permanentemente reubicarnos.

Esta consideración constante, me sirvió para introducir la ponencia sobre la práctica profesional del urbanismo con perspectiva de género, pues hace ya tiempo tuve que realizar una reflexión previa que me permitiese justificar la vinculación de dos aspectos a priori tan antagónicos para muchos técnicos. Fue necesario pues, ubicarme en un panorama complejo y múltiple.

Mi desarrollo profesional ha estado fundamentalmente vinculado al planeamiento general y territorial y en este sentido, la perspectiva de género nunca ha estado presente. Cuando me interesé por este aspecto y su incorporación al urbanismo y a la arquitectura, tuve que considerar previamente qué significaba para mí el género. Esto me llevó a investigar sobre los distintos feminismos, su evolución y el estado actual de esta reflexión en el plano intelectual. Descubrí que existían dos tipos de feminismos: el filosófico y el activista. Desde el punto de vista del pensamiento comprendí de la mano de la filósofa Mercedes Expósito García y a través de Judith Buttler y la teoría queer que  no existen dos géneros, masculino y femenino, sino que esta categoría se elabora de manera más compleja como intersección de múltiples influencias sociales, culturales o afectivas, que afectan a cada persona a lo largo de su vida. En este sentido, el género es una construcción individual, vital y liberadora de la propia identidad.

Llegado a este punto, ¿qué sentido tenía entonces la incorporación de la perspectiva de género al urbanismo o a cualquier otra disciplina, si el género no tenía un sentido divergente sino múltiple?

La consideración del género en un aspecto tan técnico como el urbanismo, tendría entonces un enfoque diferente y estaría orientado a identificar las distintas funciones que histórica y estadísticamente han desempeñado las mujeres en la ciudad. Sin entrar a valorar si la razón de esta constatación tiene que ver con la educación, la cultura o una tendencia natural, lo cierto es que hay muchas funciones sociales y urbanas que son desarrolladas mayoritariamente por las mujeres, aunque sin duda hay muchos hombres que también las realizan. La gestión del hogar, el cuidado de los hijos, de las personas mayores, enfermas o con minusvalías son tareas habitualmente desarrolladas por las mujeres, ya sea dentro de la familia o como contratadas para el desarrollo de las mismas.

Todo ello hace que las mujeres actúen como catalizadores de grupos que normalmente aparecen ocultos en la planificación y en la gestión de la ciudad.

Pero también la socialización, la solidaridad vecinal y la sensibilidad hacia nuevos conflictos domésticos son aspectos que las mujeres suelen asumir como responsabilidades propias. Un ejemplo: los adolescentes hasta no hace mucho han sido un colectivo que ocupaba una franja temporal acotada entre los 14 y los 18 años aproximadamente. En la actualidad, esta “adolescencia extendida” ha adelantado su inicio a los 10 años, y casi se prolonga hasta los 40. Esta realidad demanda nuevas soluciones para necesidades hasta ahora inexistentes y que tienen también su reflejo en la ciudad, pues no existen espacios públicos ni dotacionales que satisfagan estas nuevas exigencias. Las madres, más sensibles a estos conflictos, suelen desempeñar la difícil tarea de gestionar los enfrentamientos que esta situación imprevista genera en el hogar cuando se reivindican espacios de independencia. En la ciudad se materializan en la confrontación de los intereses de colectivos como los niños o las personas mayores frente a los de los adolescentes en los espacios públicos.

Aunque existen distintos estudios que demuestran el importante papel pacificador que las mujeres desempeñan en los combates bélicos, no hace falta irse tan lejos para comprobar cómo las reuniones de asociaciones vecinales o de madres y padres de alumnos en los colegios, están en muchos casos dominadas por la implicación de las mujeres en la resolución de problemas.

De este modo, la perspectiva de género se convierte en una herramienta útil para el urbanismo y la gestión de la ciudad, pues aplicándola introducimos una dimensión plural que abarca la condición propia de las mujeres pero también de los grupos o individuos dependientes de ellas, así como una tendencia a la gestión de la controversia.

Hay un aspecto fundamental que es necesario tener en cuenta en este punto, y es que la incorporación de la perspectiva de género no es una cuestión que se pueda generalizar ni estandarizar en una suerte de propuestas universales extrapolables a cualquier situación.  La cualidad plural del género desde la perspectiva de la teoría queer surge aquí como una aportación desde el feminismo filosófico al paradigma actual de participación real basada en la especificidad de las necesidades de cada comunidad. En este caso la contingencia es fundamental para comprender la dimensión local de este aspecto. La perspectiva de género, como su nombre indica, no deja de ser una perspectiva sobre un hecho dado que puede ser observado desde múltiples posiciones.

Si existe un cambio fundamental en la comprensión de la arquitectura como fenómeno, éste tiene que ver con la consideración del Proyecto como proceso. Durante muchos años, la modernidad habría acordado un valor reconocible para la arquitectura. Un valor que era identificado y aceptado por todos y que tenía que ver con la forma, la representación y la materialidad de la arquitectura. Suelo ponerles este ejemplo a mis alumnos en clase:

Si hoy se convocase un concurso al que os presentaseis todos, ¿quién lo ganaría? Seguramente, si el jurado estuviese formado por el alcalde de la ciudad, por el interventor, los técnicos municipales y un arquitecto de reconocido prestigio elegido por los participantes, ganaría el alumno A. Sin embargo, si el jurado estuviese formado por una selección de arquitectos pertenecientes al “star system” de la arquitectura mediática, la ganadora sería la alumna B. Pero imaginad que el tribunal estuviese formado por una selección de arquitectos pertenecientes al “star system”, esta vez de la arquitectura sostenible y bioclimática…en ese caso la propuesta ganadora sería la presentada por el equipo de los alumnos C y D. Entonces…¿cuál es la arquitectura que vale?

En mi opinión, el valor de la arquitectura y del urbanismo se ha desplazado del objeto arquitectónico al proceso, donde podemos encontrar una nueva legitimidad. El Proyecto ahora se ha convertido en el sistema integrado por una multiplicidad de actores llamados a participar de manera activa. Estos actores son los políticos, las instituciones, las empresas, los usuarios –que no son los mismos que “los ciudadanos”, sino aquellos que van a habitar y gestionar los conflictos que ese nuevo espacio genere- y los técnicos. Pero también el lugar, las condiciones ambientales, el presupuesto, y la sincronización de los distintos tiempos: el de los políticos, el de los técnicos, el de la administración, el del medio, el del planeta… Todo ello formaría parte de ese sistema “Proyecto” sobre el cual la única propuesta posible es la de procurar un equilibrio inestable que requiere de ajustes constantes. De este modo se incorpora la dimensión temporal como un elemento novedoso que hasta ahora había sido obviado por una argumentación del Proyecto como la “proyección” de una idea que se define hoy, hacia un futuro determinado a priori en el que no hay lugar para la reversibilidad.

La gestión de este sistema surge como el verdadero Proyecto al cual los técnicos debemos de aplicar todas nuestras capacidades, abandonando el tradicional rol determinativo para asumir el de facilitadores –más que el de mediadores-. La administración por su parte, debería trasladar el esfuerzo fiscalizador hacia una actitud participativa y creativa que aspirase a dinamizar, mejorar e implementar el proceso.

Para ello, como he apuntado antes, la perspectiva de género supone la incorporación de un aspecto fundamental: la vida.

De manera generalizada, la arquitectura ha trabajado sobre la dimensión material de la ciudad, confiando en el poder pacificador y pedagógico de las formas, la tarea social del urbanismo. El planeamiento maneja aspectos como las infraestructuras, los usos, las tipologías arquitectónicas o las dotaciones, y se ocupa del reparto de las plusvalías económicas que su acción genera sobre los distintos agentes implicados. Pero de manera sistemática obvia las cuestiones que tienen que ver con la habitabilidad de los distintos colectivos o individualidades multipertenecientes, así como el reparto de las plusvalías sociales, ambientales o patrimoniales. La vida, finalmente, es la que ha permanecido oculta para el planeamiento.

La perspectiva de género incorpora esta dimensión vital a la planificación de la ciudad y su gestión. Por eso, en un contexto de crisis como el que estamos viviendo, es fundamental comprender la trascendencia de este aspecto en la arquitectura y el urbanismo.

Sin embargo, la perspectiva de género no debería de ser considerada en ningún caso como una imposición normativa o un obstáculo más a salvar dentro de los proyectos. Su vocación no es la de mitigar los problemas de las mujeres y de los grupos dependientes en el uso igualitario de la ciudad. La consideración del género es más bien un estado mental que debe acompañar cualquier reflexión sobre la ciudad, su planificación y su gestión.

Si aceptamos la urgencia de incorporar la vida al plano material de la arquitectura y de la planificación como resistencia a la tendencia global que deshumaniza nuestros entornos urbanos, descubriremos que la perspectiva de género es una herramienta útil que ayuda a transformar y mejorar nuestra comprensión del despliegue de la habitabilidad de muchos colectivos en la ciudad.

(*) La redacción de este artículo es puramente divulgativa. Puedes compartirlo en cualquier medio siempre y cuando cites el lugar donde lo has encontrado.

4 comentarios
  1. Muy interesante artículo de reflexión y, sobre todo, conceptualmente esclarecedor sobre aspectos muy poco conocidos para la mayoría, sean técnicos o profanos en materia de urbanismo y arquitectura. Personalmente me ha llamado la atención un asunto «transversal» en este ensayo sobre «perspectiva de género» (palabro tan «aséptico», que sigue sin gustarme, pues parece elegido por los pioneros del Mayflower mientras tejían agujeros en el centro de sus sábanas matrimoniales), como es el de la sincronización de múltiples verdades que emanan de la postmodernidad y al que haces referencia al hablar de quién ganaría un concurso en función de quienes fuesen los jueces. Somos los ciudadanos, mujeres u hombres, a quienes nos toca decidir qué verdades urbanísticas y arquitectónicas queremos… ¿o son los políticos, promotores inmobiliarios y arquitectos quienes deben decidir por nosotros? Saludos cordiales y enhorabuena por el blog.

  2. Lo primero, felicitarte por el magnífico artículo. Podría escribirte cuántas ideas me han ido surgiendo en su lectura, pero no tendría fin!! Me conformaré con sugerir algunas breves notas que sumar a tu brillante exposición:_

    Como resultado de los más recientes acontecimientos sociales e históricos, (podríamos contextualizar), y de los que por mucho que intenten algunos, no podemos permanecer desconectados, hemos llegado a participar de una nueva época en la que las mujeres no sólo actúan como catalizadores de grupos que normalmente aparecen ocultos en la planificación y en la gestión de la ciudad, como bien señalas, sino que son estas las mujeres, verdaderas productoras de imaginarios.

    Producir nuevos imaginarios convierte a la mujer en la poseedora de un “poder” especial, capaz de producir o provocar en las generaciones actuales y futuras nuevos comportamientos y repeticiones de modelos que a su vez llegarán a convertirse en herencias. La adopción del papel moderno de la mujer en la sociedad permitirá que dentro de unas cuantas generaciones, el papel desarrollado por el feminismo (más radical) no sea ya la novedad, sino que verdaderamente será asumido con total normalidad.

    El caso es que cuando intentamos establecer una vinculación o una relación “cómoda” entre los conceptos de proyecto arquitectónico y cuestión de género, o de urbanismo y género, nos seguimos encontrando con un vacío disciplinar, o mejor dicho, con una repetición de ideas disciplinares, que dan vueltas y vueltas a lo mismo, sin determinar cuestiones que profundicen en los motivos reales del asunto. Recalcitrando en asociaciones de espacios dedicados únicamente para la vida de la mujer, hay que avanzar. Por ello, después de leer tu blog, te felicito enormemente, pues entiendo que muy pocas reflexiones alcanzan la profundidad y la frescura con la que planteas tus ideas.

    La verdadera transversalidad de la cuestión de género en el urbanismo «real» no consiste en resaltar los principios del feminismo más activo, claro que no, ese papel podrá ejercerlo la construcción de un modelo de vida (llamémoslo cibernético o artístico), más flexible para la escena icónica, pero no para un urbanismo efectivo. Sería una utopía llevarlos a la práctica construida pues obtendríamos resultados de un ejercicio o proyecto a impulsos (podríamos decir políticos).

    Así, la cuestión de género aplicada al urbanismo pasa por conocer el papel de la mujer como catalizadora y generadora de imágenes y modelos. Ese, entiendo, es el camino que debemos empezar a construir, aunque sea desde el pensamiento.

    Felicidades de nuevo.

  3. Enrique Benítez dijo:

    Con las referencias a Foucault y Bauman has conseguido que te eleve a los altares. Tu reflexión, como economista, me recuerda mucho al tema de la Responsabilidad Social Corporativa y al papel de los llamados «stakeholders» en las decisiones empresariales. Creo que hay una coincidencia en la necesidad de incorporar otros muchos puntos de vista a la toma de decisiones, democratizarla, por decirlo de alguna manera. Un texto estimulante.

  4. ¡Hola, Susana!
    Voy a aprovechar este espacio para felicitarte por tu texto pues la importancia de generar espacios de reflexión es, creo, especialmente urgente en un país como el nuestro que no parece caracterizarse precisamente por cuestiones que, en el fondo, atañen al tipo de sociedad que queremos. Que esta reflexión se haga desde ámbitos que, como la arquitectura, serían, en principio, considerados como «de cuestiones técnicas» es aún más importante pues esa compartimentación de los saberes entre «especializados» y «no-especializados» -lo cual suele esconder valoraciones del tipo «importantes» y «no-importantes»- es tan perjudicial que ha llevado a una civilización meramente técnica en la que esa generalizada ausencia de reflexión crea sufrimiento y precariedad humanas.
    Me parece especialmente importante en tu texto la frase que se refiere a «identificar las distintas funciones que histórica y estadísticamente han desempeñado las mujeres en la ciudad». Es esto, precisamente, lo que la ya larga tradición feminista -hay que recordar que el origen del movimiento de la mujer data cuando menos de mediados del XIX- ha pretendido llevar al primer plano de la escena política, tomando la palabra en su acepción más amplia. Las cuestiones consideradas como «privadas y personales» siempre reflejan la realidad un estado social, de unas circunstancias históricas determinadas en las que los usos y costumbres condicionan enormemente las formas y estilos de vida de las personas que «lo personal es político», esa consigna del feminismo de los sesenta, es algo que ya aparece en los planteamientos de corte social del primer movimiento feminista, el del cambio de siglo. Sin embargo, cuando un determinado sector de la población, definido por su pertenecia a un sexo y a una clase, tiene en sus manos la toma de decisiones para todo el conjunto, suele tomar como referencia sus propias necesidades y estilo de vida. De este modo, el diseño urbano, pongamos por caso, de Paris con la remodelación de Haussman trataba de potenciar la clase de la alta burguesía industrial dirigida por hombres que empezaban a tener temores muy fundados de que sus privilegios de clase masculina dirigente corrían peligro con las revueltas obreras desarrolladas por el socialismo utópico de los «communards» y por el incipiente movimiento de mujeres que atravesaba la división en clases sociales pues estaba unido por su condición de sexo. El diseño de Haussman, una remodelación urbana de Paris con largas calles en fuga conectadas con los puestos de polícia pretendía imposibilitar las barricadas para siempre y había dado lugar a una fraudulenta especulación urbanística debido a las expropiaciones; así, con el aumento de los alquileres, empezó el proceso de arrojar al proletariado parisino hacia los suburbios y se destruye el sueño de los ideales igualitarios de organización social, potenciando, por el contrario a Paris como la “capital del lujo y de las modas”. El comercio textil crea las «magasins de nouveautés»y la construcción de pasajes en galería, llenos de tiendas elegantes y cubiertos de hierro y vidrio, exhibe la primera iluminación de gas. Son el primer símbolo del lujo industrial.
    Del mismo modo, una sociedad cuyo poder político y cultural está en manos de hombres que han organizado la sociedad en base a dos esferas, la doméstico-privada y la público-política, privilegiará necesariamente sus necesidades asociadas a este segundo espacio y, desatenderá el otro ámbito, no de manera malintencionada sino porque, ignorando las necesidades y problemas generados en el otro espacio, no tiene la capacidad para dar respuesta a esos problemas. La reformadora social y feminista sueca Ellen Key publico, en el 1912, una obra que hacía un balance del trabajo social desarrollado por el movimiento feminista de su tiempo,en parte sufragista pero no exclusivamente limitado a la consecución de los mismos derechos legales que disfrutaban los hombres. Creía que sin ese trabajo social, invisible y voluntario pero también demandando desarrollos educativos para profesionalizar tareas relacionadas con el cuidado y la atención a los más débiles y excluidos de la sociedad industrial, fracasaría el ideal de una nueva civilización, esa misma sociedad «racional» con la que sueñan los diseños arquitectónicos de las vanguardias futuristas de comienzos de siglo.

    Nota: estoy totalmente de acuerdo con Antón Ozomek en relación a la expresión «perspectiva de género» pues creo que invisibiliza, una vez más, la historia de un movimiento de mujeres que, desde mediados del XIX, se llamaba a sí mismo «feminista» . Por otra parte, es una denominación de origen angloamericano que prueba que este país tiene poder en los organismos internacionales como la ONU para imponer algo que no caracteriza al conjunto de la investigación feminista en conjunto sino que potencia las líneas de trabajo desarrolladas en Estados Unidos; por ejemplo, la mayoría de los estudios académicos feministas franceses rechazan la denominación. Hay en juego una lucha cultural Europa-Estados Unidos en la que yo, personalmente, creo que me exige tomar posición por Europa, el lugar en el que habito.

Replica a Lourdes Royo